Se trata de ondas mecánicas no ionizantes, que tienen una frecuencia que es superior a la capacidad auditiva del oído del ser humano (cerca de 20.000Hz).
Historia del descubrimiento de las ondas ultrasonido
Comenzamos en el S.XVIII donde, Lazzaro Spallanzani, biólogo italiano, descubrió en el año 1893 la presencia de ondas sonoras, a partir de la observación de cómo los murciélagos cazaban a sus presas.
Un poco más adelante, durante la primera parte del S.XIX, el matemático y físico austriaco Christian Andreas Doppler promulga su investigación acerca del “Efecto Doppler” que consistía en mirar ciertas propiedades lumínicas en movimiento, aplicables asimismo al ultrasonido.
En este siglo da comienzo el conocimiento del ultrasonido mediante el silbato de Galton y el diapasón, capaces de producirlo, aunque a muy bajas frecuencias, pero suficientes para comprobar y comparar las diferentes barreras existentes entre el oído de los animales y el de los seres humanos.
A finales de este siglo en Francia se descubren estas ondas y dan comienzo muchas exploraciones acerca de sus usos. Como resultado de las mismas, a comienzos del S.XX, el Dr. C. Chilowsky y el francés P. Langevin logran obtener la primera turbina ultrasónica mediante un piezo-eléctrico.
En el año 1924 el investigador ruso Sokolov propone emplear el ultrasonido como dispositivo de inspección industrial, específicamente para la detección de defectos.
Justo al terminar la SGM en 1945 investigadores americanos, japoneses y de determinados países europeos comienzan a progresar en los primeros prototipos de diagnóstico en medicina por ultrasonido.
Detección de fugas con ultrasonido
Se trata de un método no destructivo, que posibilita escuchar sonidos de baja frecuencia, sonidos que producen las fugas de agua en cañerías presurizadas situadas en el interior de muros, debajo de pisos o enterradas.
Cuando se produce una fuga en una cañería, el agua fluye al exterior a toda velocidad, hacia el material que circunvala, haciendo que el material de la tubería vibre en su punto de salida, generando un sonido que se conoce como estructural y que puede ser captado por equipos de detección electroacústica, lo que permite una pre-detección de la pérdida.
Por otro lado, tenemos el sonido de base, que se crea en el entorno de la extensión de la fuga, cuando el agua que fluye hacia el exterior de la tubería provoca una vibración en el material que la circunvala y que se transmite localmente hasta la superficie del material.
Es fundamental conocer con anterioridad el material del que están hechas las tuberías para saber a qué frecuencia emiten. Si no conociésemos este dato, un analizador de bandas nos indicaría en cual banda de frecuencia hay mayor actividad de sonidos de base, realizándose en esa banda el escaneo.
Un procesador de señal elimina los sonidos de ambiente, diferenciándolos del constante sonido de base que produce la fuga. Ambos sonidos se registran en el equipo separadamente en gráficos de barras.
De este modo, el máximo sonido registrado corresponde con la localización de la fuga de agua.
La utilización del ultrasonido para detectar fugas de agua nos permite descartar u confirmar posibles pérdidas recogidas otros medios indirectos de detección.